jueves, 6 de abril de 2017

Tercer día (Noche en Praga)

Nuestra última noche decidimos pasarla en el centro de Praga. No podíamos marcharnos sin ver la ciudad iluminada. Así que Bojana nos indicó el número del tranvía que nos llevaría al famoso puente de Carlos. Era el número 17 y nuestra parada estaba a cinco minutos andando desde el hotel. Por la mañana con ella compramos los tickets de ida y vuelta en un quiosco chino, nos costó 48 coronas a cada uno. 

Esta noche cenamos a las 20:00h y a las 20:50 quedamos en recepción. Nuestra última cena no fue precisamente la mejor, pero nosotros estábamos contentos por estar juntos.





Salimos del hotel, caminamos un poco, cogimos nuestro tranvía alegres de poder pasear por Praga.



Nos bajamos en la parada de Karlovy lazne y desde allí en dos minutos estábamos en el puente.
Cuando llégamos nos quedamos sorprendidos de lo bonito que estaba por la noche, todo iluminado, como nosotros.






Luego vimos uno barecitos con velas muy románticos en la orilla Del Río Moldava y decidimos buscarlos y verlos más de cerca. Del cielo caían unas gotas, pero nada importante. Sin embargo, a los dos minutos la lluvia apretó y empezábamos a estar calados. Cuando bajamos a l a orilla del rio nos hicimos unas fotos , intentando ignorar la lluvia.


Volvimos al puente, estaba precioso ahora, el agua que caía hacia brillar de una manera especial las luces y todo se reflejaba en el pavimento mojado.





Ya estábamos muy mojados. La lluvia caía sin compasión, casi todos pedíamos volver al hotel. Las profesoras habían pensado que esta nosche la pasáramos viendo el ambiente nocturno de la Ciudad Vieja, Praga es un lugar seguro. Podíamos pasear por el mercadillo de Pascua, observar los edificios iluminados, sentarnos a ver pasar a la gente...
Sin embargo, votamos y todos optaron por volver al hotel, así que cogimos el tranvía 17 de vuelta, pero en otra parada. Ese fue nuestro error.


Entramos en el tranvía chorreando. Empezamos a mirar la parada en la que teníamos que bajarnos. La gente del vagón nos miraba de una manera extraña. Nosotros pensábamos que era por la fama que tenemos los españoles de hablar alto. Entonces se nos acercó una mujer muy amable y en inglés con acento checo nos dijo que estábamos equivocados y que nuestro tranvía iba en sentido contrario a nuestro destino. Nos costaba creérnoslo. Habíamos mirado bien, habíamos puesto el Google Maps. Otra chica joven nos dijo lo mismo y una mujer mayor que la primera insistió. ¡Nuestro tranvía iba en la dirección contraria. ¡You have to go back!

Nos bajamos en una parada, en medio de la nada. Era una avenida ancha y larga con más pinta de carretera que de calle. Llovía mucho. Cruzamos corriendo el semáforo para llegar a la marquesina de enfrente. El agua que caía también nos ayudaba a acelerar. Algunos se metieron en charcos con la prisa. Alcanzamos nuestro objetivo, los treinta y cuatro debajo del techo de la parada del tranvía, riéndonos nerviosos.

Allí a lo lejos apareció nuestro transporte. Subimos. Nos servía el ticket que utilizamos antes porque se puede usar durante treinta minutos. Íbamos chorreando de agua y de risas.


Una vez dentro, volvimos a poner el Google Maps, nos decía el nombre de una parada que nos resultaba familiar, pero la lengua checa es muy difícil. Debía ser esa. San Google lo decía, también lo dijo antes. De pronto un alumno, nos hizo dudar de nuevo. "Yo creo que esta es la misma orilla de río que veíamos cuando íbamos al centro, creo que volvemos a estar equivocados."
El tranvía llegaba a la parada que buscábamos, empezaba a frenar. "¿Nos bajamos?" Gritaban unos. "Síííí". Los cristales  del vagón estaban empañados por la lluvia y el vaho, no se veía apenas el exterior,  lo que veíamos no nos recordaba al lugar en el que cogimos el tranvía desde el hotel. De pronto alguien hacia dudar otra vez al grupo y decía: "Esto no es". Así que las profesoras nos decían de nuevo: "No, no os bajéis". San Google volvía a decirnos que sí. El tranvía frenaba. Nuestro grupo ocupaba dos vagones. Desde el otro se escuchaba una voz: "Pero, venga, que llegamos, ¿nos bajamos o no?"
Noooooo, síííííííí, no, no no, sí, sí. Eso fue lo último que dijimos. De pronto reconocimos la parada en la que nos habíamos subido. Las profesoras gritaron: "Sí, esta es". La gente del vagón se reía de vernos. Algunos murmuraba: "¡Uff, spanish people! No sabemos qué hubieran hecho los habitantes del norte de Europa, ¿habrían susurrado todo lo que dijimos? Cuando salimos del tranvía no parábamos de reírnos de camino al hotel, una vez seguros, sentimos la adrenalina que había recorrido nuestros cuerpos. Aquello había sido nuestra montaña rusa en Praga.

Llegamos al hotel y todos nos fuimos a las habitaciones muertos de risa. Las profesoras fueron haciendo su ronda nocturna, la mayoría estaba en una habitación que no era la suya, nos pidieron discreción y respeto al descanso de los demás. Creo que lo conseguimos, aunque el descanso propio no fuera tan respetado.



















No hay comentarios:

Publicar un comentario