Ana Julia Alonso Ramírez, 4ºB
“Alteas
teñidas de rojo”
“Alepo, una ciudad como cualquier otra de Siria, con calles donde se pueden ver reflejados dos mundos distintos nada más doblando una esquina. Cuando sales de la ciudad solo queda arena y los llantos reflejando la angustia que sienten los habitantes del barrio mendigo. Entre muchas de las familias residentes allí, se encontraba la familia Abu-Abbal.
Abaid y Saray eran los padres de Nazala, una niña soñadora de nueve
años, cuya pasión era expresar sus sentimientos a través del arte. Era extraño
verla sin una ramita a modo de lápiz y algún dibujillo a sus pies.
Cada mañana, la familia partía al centro de Alepo donde había una
fábrica de textiles en la cual tenía la suerte de trabajar el padre. Mientras
Abaid trabajaba en condiciones inhumanas, Saray y Nazala se separaban para
probar suerte rebuscando en la basura de alguna familia adinerada. Con suerte
encontraban algo que podían vender en las calles o llevarse a la boca.
Era un día como otro cualquiera, acababan de llegar a la puerta de la
fábrica. Nazala siempre despedía a su padre con un emotivo abrazo susurrándole
al oído un “te quiero papá”. Allí se separaron, como era de costumbre, madre e
hija y empezaron su exhaustiva búsqueda rutinaria.
La niña, cansada de haber estado caminando horas, decidió sentarse apoyada en la pared. Absorta en sus pensamientos empezó a dibujar una bonita flor que su madre solía traerle por su cumpleaños. Nazala movía sus dedos con tanta agilidad que parecía que tenía la flor delante como modelo.
De repente empezó a sentir una cálida respiración en su hombro.
Alarmada, se giró rápidamente y descubrió el rostro pintoresco de un artista:
– Bonito dibujo - dijo el pintor.
– Es una altea, mi flor favorita.
Acto seguido, el pintor sacó su cuaderno de dibujo y un lápiz. Nazala, expectante, no apartaba la vista de las primeras líneas de ese dibujo. Cuando
terminó el boceto, la niña se quedó sin palabras, sólo se dedicó a abrir sus
ojos color azabache admirando el dibujo. Con un movimiento suave y cariñoso, el hombre le puso sobre sus
rodillas el cuaderno abierto por la página del boceto y un lápiz. Él se
levantó, se sacudió la arena de sus impecables pantalones y se fue.
Nazala corrió con impaciencia para contarle lo ocurrido a su madre
aferrándose al cuaderno con fuerza para que no se le cayera. Era la niña más
feliz del mundo. Encontró a su madre rebuscando en un cubo de basura de un
callejón al lado de la fábrica.
– ¡Mamá, mamá! ¡Mira lo que me ha regalado un
pintor!- exclamó con entusiasmo mostrándole el boceto y el lápiz.
– Nazala, mi pequeña soñadora, este cuaderno te puede hacer volar con simplemente unos trazos a lápiz. ¿Sabes lo que significa tu apellido?
La niñita negó con la cabeza.
- Significa intérprete de sueños, puedes interpretar tus ilusiones, tus recuerdos y hacer que se conviertan en arte... Pero no puedes aceptar este regalo, un cuaderno es muy caro y puede que a ese artista le haga más falta que a ti.
De repente un policía la cogió en brazos, la llevó al callejón donde minutos antes había abrazado con tanto amor a su madre y le dijo:
En países como Siria, la infancia de millones de niños se ve afectada por alguna tragedia, por la pobreza; pero nuestra ignorancia es tan grande, que hace que sus historias caigan en el olvido.
– Nazala, mi pequeña soñadora, este cuaderno te puede hacer volar con simplemente unos trazos a lápiz. ¿Sabes lo que significa tu apellido?
La niñita negó con la cabeza.
- Significa intérprete de sueños, puedes interpretar tus ilusiones, tus recuerdos y hacer que se conviertan en arte... Pero no puedes aceptar este regalo, un cuaderno es muy caro y puede que a ese artista le haga más falta que a ti.
Nazala desilusionada, abrazó fuertemente a su madre y con lágrimas en
los ojos le susurró al oído:
– Te quiero, mamá, voy a ir a devolverle el cuaderno
lo antes posible.
– Ten mucho cuidado, cariño – dijo Saray con dulzura.
Rápidamente Nazala echó a correr, dobló la esquina y empezó a
recorrer calle arriba para encontrar a aquel hombre. En aquel instante, se escuchó un estruendo
que venía de la calle de la fábrica de textiles. Tan grande fue el ruido que la
niña se cayó al suelo golpeándose el brazo con el borde de la acera. Fue una
explosión. Se incorporó y dirigió la mirada a la gran humareda.
“Papá, mamá...” pensó. El miedo y la preocupación impulsaron a sus pies
descalzos al lugar de la catástrofe. Cuando llegó solo pudo ver desesperación y
personas recubiertas de sangre y ceniza en el suelo. Entre los escombros
distinguió una mirada que le inspiraba tranquilidad, la de su madre. Nazala con
lágrimas en los ojos se acercó corriendo y gritaba sacudiendo el cuerpo violentamente:
– ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Despierta!
De repente un policía la cogió en brazos, la llevó al callejón donde minutos antes había abrazado con tanto amor a su madre y le dijo:
– Aquí estarás segura. No te muevas de aquí. Dentro
de una hora te vendré a buscar y te llevaré a casa. Si tienes miedo piensa en
cosas bonitas ¿vale?
Nazala asintió.
Nazala asintió.
Se acurrucó temblando en el fondo del callejón, recordó lo que su madre
le había dicho antes de que se separaran: “Puedes interpretar tus ilusiones,
tus recuerdos y hacer que se conviertan en arte.” La niña se levantó y con su
dedo empezó a dibujar con las cenizas y el barro teñido de rojo que había en el
suelo las siluetas de sus padres. A su madre le dibujó una altea en el pelo y a
su padre una sonrisa de oreja a oreja. Ella se acurrucó afligida entre la
silueta pintada, con los pies llenos de heriditas y las rodillas y codos
ensangrentados, decidió no moverse.
Nazala sabía que sus padres habían hecho todo lo posible para darle una buena infancia. Era feliz.Nunca se había parado a pensar lo agradecida que estaba hacia ellos.
Perdida en los momentos felices de su familia que tenía metidos en la cabeza, se quedó dormida con lágrimas en los ojos.
Perdida en los momentos felices de su familia que tenía metidos en la cabeza, se quedó dormida con lágrimas en los ojos.
Unos minutos después, explotó una bomba en el edificio de al lado. Los escombros llovieron encima de ella. Nunca volvió a abrir sus ojos azabache.“
En países como Siria, la infancia de millones de niños se ve afectada por alguna tragedia, por la pobreza; pero nuestra ignorancia es tan grande, que hace que sus historias caigan en el olvido.
Sé que con nuestra edad solo podríamos aportar un granito de arena que
nos parece insignificante, pero, si todos aportamos nuestro granito de arena
¿lograríamos algo?
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