Mª Del Mar Díaz
LA PLAZOLETA
-¡Niña a merendar!
María
subió a casa y cogió su bocadillo favorito, el de pan con chocolate, que su madre
le estaba preparando en la cocina mientras veía en la tele el romántico beso
que Luis Alfredo le daba a Cristal.
Cogió
el bocata y 10 pesetas. Bajó apresuradamente las escaleras porque habían venido
niñas de la otra plazoleta para
enseñarles las preciosas mariquitinas y cromos coleccionados en tiempos pasados.
Eran
niñas, sí, pero la época del “Tocadé”, “Viva la media naranja”, “Al pasar por el
cuartel”, las Nancis, Leslys,
Barriguitas, Pin y Pon, Nenuco o la Pelona había quedado atrás. Ya no jugaban
ellas solas a ser mamás, ni a cantar y bailar
imitando a Ana Torroja, Marta Sánchez, Parchís, Enrique y Ana… Ahora las
tardes y los fines de semana eran distintos porque tenían una pandilla para
jugar, explorar y empezar a sentir mariposas en el estómago. Incluso a ella,
uno de los niños le había regalado un chinito de la suerte.
Mientras
merendaban, en un banco reposaban impacientes una pelota para jugar al matar, una
cuerda, varios patines de ruedas, un hulahop, la boti-boti, el elástico y el
enredo. Al otro lado de la plazo, algunos de los niños jugaban al trompo, a los
bolis o a Angúa. Más tarde, niños y niñas
cogerían las bicis y cada uno de ellos se transformaría en Tito, Pancho, Desi, Bea, Piraña o Javi e irían silbando la melodía del momento
por las calles y plazas más próximas. Y
con un poco de suerte, cuando las energías se fueran apagando, se sentarían a
corro a jugar a “Verdad, beso o consecuencia” o al “Conejo de la suerte”. Ni
qué decir tiene, que esos momentos eran los más emocionantes del día.
La
plazoleta rebosaba de vida y alegría por sus cuatro esquinas. Inocentes niños y
niñas reían, jugaban, cantaban y hablaban de sus preocupaciones. Porque eso sí,
también tenían preocupaciones como los mayores.
Todos iban a EGB. A veces una de ellas criticaba a la monja de
Pretecnología por su afán de enseñarles croché o punto de cruz. A otros no le salían las divisiones del
Cuadernillo Rubio XI, otro no era capaz de saltar al plinto en la clase de
Gimnasia, y así se pasaban las horas, charlando de todo un poco. Otras veces
comentaban sus series y programas favoritos como V, El gran héroe americano, El
Chavo del Ocho, La bola de Cristal, 1,2,3…o hablaban sobre las pelis que habían
visto en el cine Almirante o que habían alquilado en el vieoclub, como ET, Los
Gremlis… Incluso alguno se atrevía a contar alguna escena que había visto a
escondidas por la noche en la peli
prohibida de dos rombos que estaban viendo sus padres.
María
tenía suerte, pues en su casa aún conservaban el Cine-Exim y de vez en cuando,
su padre con mucho orgullo reunía a
todos los chiquillos para que vieran alguna peli de dibujitos como Tom y Jerry.
Pasaron
muchísimas tardes de bocadillos de chocolate, de manteca "colorá", de foeigrás,
chicles Cheiw, Bang Bang, Chimos, Petazetas, Caramelos Pez, juegos, canciones, confidencias…
Fueron
dejando atrás los trajes con lazos a la espalda, los calcetines caladitos, los
zapatos de hebilla…, para dar paso a los pantalones vaqueros y de pana, los calentadores, los jerseys y
las chamarretas y las faldas por encima de las rodillas. Bajaban oliendo a su
primera colonia Chispas o Don Algodón. Presumían de llevar sus primeros tenis
de marca Dunlop, Yumas o Jjayver.
Dejaron el cole y pasaron al
instituto. Ya no forraban sus carpetas con Hello Kitty, Snoopy o Mafalda. Ahora
sus libros y cuadernos mostraban caras y cuerpos bonitos recortados en revistas
como Tele Indiscreta o Super Pop.
Seguían
siendo niños, niños y niñas sentados en
los mismos bancos de la plazoleta pensando y hablando de un futuro: si seguir estudiando BUP, FP, COU,
hacer selectividad para estudiar una carrera cuando fuesen mayores, etc…
Fueron cambiando de aspecto físico igual que de
amistades, lugares de encuentro, aficiones, amores…, incluso algunos se fueron
a otras ciudades para no volver jamás.
Todos
han ido forjando su propio destino. Unos con más suerte que otros.
Han pasado más de 30 años. María sigue sentándose muy a menudo
en la ahora silenciosa e inhabitada plazoleta. Pocos niños bajan a jugar. Prefieren estar en
casa encerrados en sus cuartos, jugando con el ordenador o con la
Play.
Aquellos
bancos, testigos hace muchísimos años de risas,
juegos, canciones, primeros amores y confidencias soportan el paso de
los años de nuestros ya mayores padres y vecinos que buscan un rayito de sol
que les calienten sus entumecidos huesos. Otras veces, con suerte, esos mismos bancos vuelven a ser testigos de
alguna que otra gracia o rabieta de nuestros hijos y sobrinos.
¿Qué
será de Angeli, Espe, Noelia, Chalia, Elena, Jesús, Fede, Rubén, Vicen, Julia
Belén , los hermanos Oscar y Mario…? Y con
una amplia y nostálgica sonrisa se va
acordando de ellos y da gracias a todos, uno a uno, donde quiera que estén, por las
aventuras vividas, los recuerdos compartidos y las alegrías recibidas que hacen
a su infancia inolvidable.