miércoles, 3 de diciembre de 2014

Premio de Profesores en el Certamen Literario sobre la Infancia

Mª Del Mar Díaz

LA PLAZOLETA
-¡Niña a merendar!
María subió a casa y cogió su bocadillo favorito, el de pan con chocolate, que su madre le estaba preparando en la cocina mientras veía en la tele el romántico beso que Luis Alfredo le daba a Cristal.
Cogió el bocata y 10 pesetas. Bajó apresuradamente las escaleras porque habían venido niñas de la otra  plazoleta para enseñarles las preciosas mariquitinas y cromos coleccionados en tiempos pasados.

                          


Eran niñas, sí, pero la época del “Tocadé”, “Viva la media naranja”, “Al pasar por el cuartel”,  las Nancis, Leslys, Barriguitas, Pin y Pon, Nenuco o la Pelona había quedado atrás. Ya no jugaban ellas solas a ser mamás, ni a cantar y bailar  imitando a Ana Torroja, Marta Sánchez, Parchís, Enrique y Ana… Ahora las tardes y los fines de semana eran distintos porque tenían una pandilla para jugar, explorar y empezar a sentir mariposas en el estómago. Incluso a ella, uno de los niños le había regalado un chinito de la suerte.




Mientras merendaban, en un banco reposaban impacientes una pelota para jugar al matar, una cuerda, varios patines de ruedas, un hulahop, la boti-boti, el elástico y el enredo. Al otro lado de la plazo, algunos de los niños jugaban al trompo, a los bolis o a Angúa. Más tarde, niños y niñas  cogerían las bicis y cada uno de ellos se transformaría en Tito,  Pancho, Desi, Bea, Piraña o  Javi e irían silbando la melodía del momento por las calles y plazas  más próximas. Y con un poco de suerte, cuando las energías se fueran apagando, se sentarían a corro a jugar a “Verdad, beso o consecuencia” o al “Conejo de la suerte”. Ni qué decir tiene, que esos momentos eran los más emocionantes del día.


La plazoleta rebosaba de vida y alegría por sus cuatro esquinas. Inocentes niños y niñas reían, jugaban, cantaban y hablaban de sus preocupaciones. Porque eso sí, también tenían preocupaciones como los mayores.  Todos iban a EGB. A veces una de ellas criticaba a la monja de Pretecnología por su afán de enseñarles croché o punto de cruz.  A otros no le salían las divisiones del Cuadernillo Rubio XI, otro no era capaz de saltar al plinto en la clase de Gimnasia, y así se pasaban las horas, charlando de todo un poco. Otras veces comentaban sus series y programas favoritos como V, El gran héroe americano, El Chavo del Ocho, La bola de Cristal, 1,2,3…o hablaban sobre las pelis que habían visto en el cine Almirante o que habían alquilado en el vieoclub, como ET, Los Gremlis… Incluso alguno se atrevía a contar alguna escena que había visto a escondidas por la noche en la peli  prohibida de dos rombos que estaban viendo sus padres.


María tenía suerte, pues en su casa aún conservaban el Cine-Exim y de vez en cuando, su padre con mucho   orgullo reunía a todos los chiquillos  para que vieran  alguna peli de dibujitos como Tom y Jerry.
Pasaron muchísimas tardes de bocadillos de chocolate, de manteca "colorá", de foeigrás, chicles Cheiw, Bang Bang, Chimos, Petazetas, Caramelos Pez, juegos,  canciones, confidencias…


    


Fueron dejando atrás los trajes con lazos a la espalda, los calcetines caladitos, los zapatos de hebilla…, para dar paso a los pantalones vaqueros  y de pana, los calentadores, los jerseys y las chamarretas y las faldas por encima de las rodillas. Bajaban oliendo a su primera colonia Chispas o Don Algodón. Presumían de llevar sus primeros tenis de marca Dunlop, Yumas o Jjayver.



       Dejaron el cole y pasaron al instituto. Ya no forraban sus carpetas con Hello Kitty, Snoopy o Mafalda. Ahora sus libros y cuadernos mostraban caras y cuerpos bonitos recortados en revistas como Tele Indiscreta o Super Pop.
Seguían siendo niños, niños y niñas  sentados en los mismos bancos de la plazoleta pensando y hablando de  un futuro: si seguir estudiando BUP, FP, COU, hacer selectividad para estudiar una carrera cuando fuesen mayores, etc…
            Fueron cambiando de aspecto físico igual que de amistades, lugares de encuentro, aficiones, amores…, incluso algunos se fueron a otras ciudades para no volver jamás.
Todos han ido forjando su propio destino. Unos con más suerte que otros.
 Han pasado más de  30 años. María sigue sentándose muy a menudo en la ahora silenciosa e inhabitada plazoleta.  Pocos niños bajan a jugar. Prefieren estar en casa  encerrados en sus cuartos,  jugando con  el ordenador o  con  la Play.
Aquellos bancos, testigos hace muchísimos años de risas,  juegos, canciones, primeros amores y confidencias soportan el paso de los años de nuestros ya mayores padres y vecinos que buscan un rayito de sol que les calienten sus entumecidos huesos. Otras veces, con suerte,  esos mismos bancos vuelven a ser testigos de alguna que otra gracia o rabieta de nuestros hijos y sobrinos.





¿Qué será de Angeli, Espe, Noelia, Chalia, Elena, Jesús, Fede, Rubén, Vicen, Julia Belén , los hermanos Oscar y Mario…?  Y con una amplia y nostálgica sonrisa  se va acordando  de  ellos  y da gracias a todos,  uno a uno, donde quiera que estén, por las aventuras vividas, los recuerdos compartidos y las alegrías recibidas que hacen a su  infancia inolvidable.